martes, 31 de enero de 2006

En blanco

Por alguna extraña razón, las musas de la inspiración se niegan a hacerme compañía estos últimos días. Será la sequía. O será que tengo tantas cosas en la cabeza que ya no cabe nada más. Ya se sabe que quien mucho abarca... pero no quiero dejar de escribir, porque si lo dejo una semana, la siguiente también lo haré, y la otra, y la otra... y al final se convertirá en rutina y cada vez me dará más pereza ponerme, hasta que llegue un día en que ni me acuerde.
Aunque bueno, no creo que sea tan grave, incluso García Márquez está de año sabático!

Una se va haciendo mayor y cada vez cuesta más hilar palabras y construir frases (¿alzheimer?), pero a cambio, mi vida social se intensifica por momentos. Y eso significa... ¡un nuevo Porsche en el horizonte! Al final me voy a acostumbrar y no se si eso será bueno. "Morrito fino, delicada, especialita la niña, señorita, pija"... me llueven los calificativos (muchos de ellos en casa), pero qué le voy a hacer si me gusta lo bueno y lo caro?! No es culpa mía, sino del mundo, que no me permite acceder a todo lo que quiero, aunque me va poniendo los dientes largos con pequeñas muestras al alcance de la mano que duran "lo que duran dos peces de hielo en un whisky en the rocks". Pero bueno, eso de ir de tiendas por la zona VIP, pensar por unas horas que eres otra y que eres "super-mega-ideal-de-la-muerte", que te puedes permitir pasear por Cartier como quien va al súper a por medio kilo de carne picada y tres de naranjas, andar por entre chaquetas de Chanel y zapatos de Manolo Blahnik, probarse todas las gafas de Dior, Armani y D&G y volver a casa con las manos vacías, una angustia en el corazón y eso sí, la satisfacción de haber jugado por unas horas a despistar a la realidad, esa tan cruda que te persigue desde que amanece hasta que te acuestas.

Creo que podría llegar a acostumbrarme a esa vida. Aunque será difícil... Y no porque no me guste (que me gusta), sino porque yo ya estoy mayor para aprender a comportarme en sociedad; y después de que me hayan llamado comunista, como que no me pega eso de volverme pija ahora. Aunque bien pensado, no me importaría saber que se siente pudiendo tirar de visa oro y saqueando tiendas, o conduciendo un buen cochazo sin importarme que lo rasque alguno al aparcar al lado, o pidiendo un buen vino por placer, sólo por darme el gusto de saborearlo, o comer como un marqués (o marquesa, cuidado con la paridad, que nos empapelan por menos de nada) en un buen restaurante, o largándome tres días a la playa porque me apetece sentir la brisa marina. Claro, que eso también tiene sus inconvenientes. Me explico: eso de ser rico implica que uno ha de ser fino y comportarse correctamente en cualquier momento y situación... y servidora no vale para esas cosas, porque una nació bruta y bruta morirá. Y emulando a Julia Roberts en Pretty Woman, no podría decir que la emoción me embriaga, sino que a poco me meo en las bragas. (perdón por la expresión). ¿Solución? Educación especial para adaptarme al mundillo de la farándula cuanto antes. Si en una película convertían a una cigarrera en duquesa
... ¿qué no harán conmigo, que al menos tengo conciencia? Eso sí, paciencia, que la niña salió lentita para esto de aprender.

Definitivamente me voy a buscar un novio de familia bien, con posibles, vamos, lo que viene a ser "un buen partido" que me saque de paseo, me lleve a fiestas, me trate como una reina y además me permita darme caprichitos de vez en cuando. Que no le de vergüenza presentarme en sociedad, ni a su familia, que tenga muuuuuucha paciencia hasta que me adapte al estatus de VIP, que no se enfade cuando se me escape algún vocablo de los del pueblo... pero sobre todo... ¡¡QUE TENGA UN COCHAZO!! (y que me deje conducirlo, claro).


(Sirva como oda a los Porsches, que últimamente me persiguen... y lo peor es que me gusta!)

miércoles, 25 de enero de 2006

Veintitantos...


Veintitantos... qué mal suenan. Hasta los 20 eres un yogurín; de los 20 a los 25 estás en la mejor edad; pero a partir de los 26... "uy! A partir de ahora ya van todos seguidos, estos ya no te das cuenta de cómo pasan, ya verás, ya!".

Cumples veintitantos y te empiezas a sentir inseguro, y te preguntas dónde estarás dentro de un par de años... pero luego te asustas porque te das cuenta de que ni siquiera sabes dónde estás ahora.
Te das cuenta de que hay un montón de cosas de tí mismo que no sabías... y que tal vez no te gustan. Empiezas a ver que tu círculo de amigos es más reducido que hace unos años. Y que cada vez es más difícil ver a los amigos y coordinar horarios, por distintas razones: trabajo, estudios, pareja... y cada vez disfrutas más de esa cervecita que sirve de excusa para charlar un rato.

Miras tu trabajo y piensas que no se parece ni por asomo a lo que tu querías. O quizás estás buscando trabajo y crees que tienes que empezar desde abajo para poder llegar a algo... y eso te da un poco de miedo. Y echas de menos la comodidad de la escuela, del instituto, de la universidad... de los grupos, de tratar siempre con la misma gente. Cada día es un nuevo comienzo.

Las multitudes ya no son tan divertidas, incluso te incomodan un poco. Tratas de entender a los que te rodean... y tratas de entenderte a tí mismo, de saber lo que quieres y lo que no. Ríes con más ganas y lloras con menos lágrimas... y más dolor.

A veces te sientes genial, invencible, y otras... otras sólo tienes miedo y estás confuso.

Y un día te sorprendes intentando aferrarte al pasado, pero te das cuenta de que el pasado cada vez está más lejos y no hay otra opción que seguir avanzando.
Te rompen el corazón y te preguntas cómo esa persona a quien tanto amaste pudo hacerte tanto daño; o tal vez te acuestas por las noches y te preguntas porqué no puedes conocer a alguien lo suficientemente interesante como para querer conocerle mejor. Y parece que todos los que conoces ya llevan años de novios y empiezan a casarse.
Quizás tú también amaste o amas a alguien pero no sabes si estás preparado para comprometerte.

Sientes las mismas emociones y preguntas una y otra vez; y hablas con los amigos de los mismos temas porque no acabas de decidirte. Te preocupas por el futuro, por los préstamos, las hipotecas, la nómina... y por hacer una vida para tí.

Salir tres veces por semana ya no es tan genial y se convierte en agotador, y supone mucho para tu pequeño bolsillo...

Y todos insisten en que es la mejor época de la vida, que no podemos desaprovecharla por culpa de los miedos.
Dicen que esto son los cimientos del futuro.

Parece que fue ayer cuando tenías 18... y mañana ya tendré 30!? ¿Así de rápido?

¿Entonces se me ha olvidado vivir? ¿O en esto consiste la vida?


(A Crisisant, lo prometido es deuda)

viernes, 13 de enero de 2006

Manual de ligoteo para dummies




Hacía tiempo que no me reía tanto. Será que ya he perdido la costumbre de ligar los sábados por la noche (y quien dice sábados dice jueves, viernes... e incluso martes, que también se puede), pero esto barrunta desastre. Seguro que entre mis lectoras hay alguna que ha tenido que someterse a la tortura de aguantar a un tío pesado intentando ligar toda una noche, con lo cual te acaban amargando las copas, las horas no pasan y, lo que es peor, el tío este no tiene intención aparente de desaparecer del horizonte en las próximas 4 horas. Conclusión: mejor me voy a mi casa y a este que le aguante su madre, si puede. Aunque lo mejor del caso no es eso, sino que todas tus amigas empiezan por reirse mientras piensan "jeje, que putada" pero poco a poco su cara va cambiando hasta reflejar una especie de "mira, o te lías ya con él y os largáis los dos, o le das una patada en la entrepierna y que se esfume".

A todo esto, el sujeto en cuestión te ha hablado ya de sus colegas ("los mejores colegas del mundo, tía, te lo juro"), de su trabajo ("una mierda, tía, en serio, sabes?"), de su coche ("16 válvulas, 40 cilindros, un TDI cupra, tía, una pasta"), de los Andy&Lucas ("deja de llooraaaaaaar, y sécateeesaslágrimillas de cristaaaaal...."), te ha regado la cara con salpicaduras de su DYC-cola y una de sus manos se balancea sospechosamente entre tu espalda y tus caderas, vamos que te tiene más sobada que el pan bregao. Por más que intentas escaquearte, siempre vuelve a aparecer, un poco más pesado, un poco más borracho y un poco más a saco. Y una ya no sabe si largarse a otro bar para que la deje en paz, si ir al baño y hacerse fuerte en él a modo de trinchera, o pasar de él directamente. No obstante, esta última opción es peligrosa, porque justo en el momento en que decides que te diga lo que te diga no piensas responder ni mirarle a la cara, ni tan siquiera molestarte en tratar de descifrar ese lenguaje rudimentario que escupen sus labios, justo entonces aparece la manada de amigos que van al ataque, misión: acoso y derribo. Uno te dice lo buen tío que es su colega ("no le ves, tía, que cara de bueno tiene?"), y otro se te acerca por el otro lado y te suelta eso de "que sí, tía, que mi colega es legal, que no veas que coche tiene...". Total, que te hablan todos a la vez y al final acabas por decirles a todos que sí, que muy majos, que el amigo es muy majo, pero que no te pone. Y ahí... la cagaste. Ahí es donde lo estropeas todo. Porque en el mejor de los casos, los amigos le dicen que no te gusta y le instan a enseñar los abominables (no, no es una errata, has leído bien, abominables), y el chico se anima y te hace una especie de baile a lo 9 semanas y media... que deja mucho que desear y sobre todo, hace que sientas vergüenza, propia y ajena. Propia por el corro que se ha formado a tu alrededor de gente que no sabe si reirse del sujeto o darte el pésame por el bochorno. Y ajena porque piensas en ese pobre chico cuando vuelva por el bar el próximo sábado y las camareras empiecen a sonreir nada más verle aparecer por la puerta.

Resumiendo, que hay mucho inconsciente suelto por estos mundos de Dios y no están las cosas como para hacer el ganso. Para todos aquellos que se sientan identificados con uno o más de los rasgos descritos con anterioridad, ahí van unos pequeños consejitos (desde el corazón y con la intención de que el ritual del flirteo nocturno mejore notablemente):

- A las chicas nos gusta que nos traten con cariño, con apelativos del tipo "princesa", "preciosa", "guapa", "niña"; no nos gusta que nos empalaguéis con dosis extras de azúcar del tipo "caramelito, bombón, diosa de ébano, etc."
- Nos gusta que nos habléis de que vivís solos; no nos gusta que nos detalléis las bolas estilo western que aparecen al abrir la puerta del baño.
- Nos gusta que nos digaís que tenéis coche propio; no nos gusta que nos detalléis lo que ha costado tunearlo, o los cilindros, porque, sinceramente, no entendemos nada.
- Nos gusta que nos invitéis a una copa, o dos; no nos gusta que tratéis de utilizar las dosis etílicas para emborracharnos y abusar de nosotras.

- Nos gusta que tengáis un trabajo estable; no nos gusta que nos déis el número exacto de cabezas de ganado que poseéis, ni la extensión de vuestros terrenos.
- Nos gusta que seáis sensibles, que tengáis corazoncito; no nos gusta que nos contéis todas las putadas que os hizo la ex, sobre todo si aún estáis enamorados de ella.
- Nos gusta que tangáis solvencia económica; no nos gusta que presumais de que los levi's que lleváis os han costado 30 dólares americanos y los comprásteis en una boutique en un viaje reciente a San Francisco para pasar la nochevieja, simplemente porque el plan de los amigos este año no va con vuestro karma.
- Nos gusta que tengáis sentido del humor; no nos gusta que repitáis durante 4 horas la perfecta imitación de Chiquito de la calzada.
- Nos gusta que seáis elegantes y bien parecidos; no nos gusta que parezcáis recién salidos de una revista de moda de Milán, estilo pasión de gavilanes.
- Nos gusta que toméis la iniciativa de forma sutil; no nos gusta que utilicéis el brazo que so sobra de sujetar la copa para rodearnos la cintura y refregarnos contra la cebolleta (no nos gusta nada).
- Nos gusta que nos saquéis a bailar una rumbita por aquello de romper el hielo; no nos gusta que os empeñéis en hacernos bailar al ritmo del techno una especie de pasodoble a lo "Paquito el chocolatero".
- Nos gusta que nos comáis la oreja (en sentido literal y metafórico); no nos gusta (nada) que nos metáis la lengua por el oído hasta casi tocarnos el cerebelo, y mucho menos que nos sorprendáis con un piropo del estilo de "tienes unos ojos que te comía tó el bacalao".
- Nos gusta que nos encontréis parecidos con alguien; no nos gusta que nos digáis "te pareces a la Angelina Jolie esa" mientras nos miráis el escote. Aunque os cueste creerlo, tenemos los ojos situados unos 30 centímetros más arriba.
- Nos gusta que nos reguéis el ego con frases ingeniosas como "bonitas piernas..."; no nos gusta que la frase termine con un "... a qué hora abren?".
- Nos gusta que nos acompañéis a casa para evitar que nos pase algo por el camino; no nos gusta que al llegar al portal insistáis en comprobar in-situ que las llaves que tenemos abren efectivamente la cerradura de nuestra casa. Ya no digamos nada de comprobar si debajo de la cama hay algún psicópata depravado.
- Nos gusta que nos digáis los bien que nos sienta una camiseta o unos vaqueros; no nos gusta que luego nos preguntéis si debajo llevamos braguitas o tanga... y mucho menos que preguntéis de qué color!
- Nos gusta que tanteéis el terreno; no nos gusta que a los dos minutos de entablar una conversación los prefuntéis si tomamos la píldora.
- Nos gusta que tengáis tema de que hablar; no nos gusta que la conversación se limite a "he bebido un poco pero controlo, tú tranquila, cariño". (¿Cariño? ¿Acaso hemos intimado lo suficiente como para que me digas eso?).


Lo dicho, que hacía tiempo que no me reía tanto. Por cierto, hoy el mérito no es sólo mío; la parte de inspiración se la debo a mi muso (Bigotes), que fué quien me propuso escribir sobre esto, pero la forma se la he dado gracias a las colaboraciones desinteresadas de algunos sujetos que donaron su saber y sensibilidad para tan alto fin. Y como siempre, hay excepciones; pero esas me las guardo para otro día...

domingo, 8 de enero de 2006

Carta a los Reyes Magos (II)

Después de la resaca de las fiestas, del champán de nochevieja y la sidra de la noche de reyes; después del atracón de turrón, polvorones y mazapán; después de salir dos o tres noches por semana y llegar a casa de día con los churros para el desayuno y el pan para comer; después de los regalos y las compras aceleradas a última hora... llegó por fín la cuesta de enero.

Aún no he visitado la báscula, pero me parece que dejaré que pasen un par de semanas antes de hacerle una visita y que me sorprenda con un número mágico (que no es el 69). Por fín se acabaron las Navidades, y menos mal, porque esto no hay quien lo aguante. Ahora llega el momento de tomarse en serio los propósitos que hicimos hace casi un mes (sí, esos de dejar de fumar, ponerse a régimen, ir al gimnasio, ser buenos, etc.).

Estos días he tenido tiempo de pensar un poco y he decidido que ya sé que quiero para mi cumpleaños, y aviso con tiempo para que vayáis ahorrando: UN PORSCHE! Sí, un Porsche, pero de los de verdad. Es que desde que probé el de Rafa (Rafa, me has hecho mujer...) ya no quiero otro, me gusta, y quiero uno. Vamos, que uno se siente importante dentro de un coche como ese, parece que tienes perras, y por la autovía te miran los demás conductores con cara de "Jooder! Vaya buga! Y yo con esta chatarra... Que hijodep*** el tío, mira que coche lleva". Y aunque vayas de copiloto te da lo mismo, te sientes importante también. Las demás te miran con cara de "Claro, guapa, teniendo ese coche mi novio yo también sonreiría" y es cuando aprovechas para enseñar todos los dientes, como la Pantoja, y decir "Qué, te gusta, eh? Yo lo ví antes, una lástima, sigue probando que igual a la próxima tienes suerte".

En fín, que quiero un Porsche. Así que queridos reyes magos de oriente, si leeis esto, ya sabéis qué tenéis que traerme el próximo año (porque me da a mi en la nariz, no se por qué, que no me lo vais a regalar para mi cumple), dejáos de pijamas de ovejitas y perfumes y estiráos un poco, que me portaré bien.