martes, 21 de febrero de 2006

A fuego lento


Las nueces... dónde he puesto las nueces... la carne ya está casi en su punto... ¿dónde dejé las nueces? Esto antes no me pasaba, antes sabía exactamente dónde estaba cada cosa, cada utensilio, cada especia, pero ahora... Así enamoré a Aurelio, hace ya cincuenta y tres años. Cuando probó el solomillo me pidió que me casara con él. Y es que antes hacíamos las cosas así, serias, no como ahora que se juntan y se separan de la noche a la mañana pero claro, es que ahora... ¡La pasta! Al dente, 8 minutos y lista, que no nos gusta que esté demasiado hecha. Ahora que cada vez me cuesta más recordar dónde he puesto las llaves o dónde guardé los zapatos marrones... La pasaré por el grifo, un chorro de agua fría siempre le va bien a la pasta, y así no se apelmaza. Y la salsa de las kokotxas reduciendo, a fuego lento, como el amor, que se prepara sin prisas, sin descuidos, probando de vez en cuando por si falta sal o sobra perejil. Le faltan un par de minutos y un toque de picante, como le gusta a Aurelio. Mi Aurelio, tan dulce, tan atento, tan discreto... aún con sus años, su barriga y su calva sigue logrando que se me encoja el estómago, como cuando una prueba un soufflé de queso, esponjoso, que poco a poco se va deshaciendo en la boca. Pero se me va la cabeza... y el solomillo ya está, al punto, dorado por fuera, tierno por dentro, rosado pero que no sangre. Que no sangre que ya bastante sangra el alma. He de poner la crema de leche a calentar, con un poco de pimienta, blanca, para darle ese toque de olor que te entra por la nariz y hace que se te abra el apetito, una pizca de sal. ¡Las nueces! Ya recuerdo, las está abriendo Aurelio, siempre le gustó ayudarme, aunque sólo fuera con pequeños detalles, como cuando decidió que él llevaría la sombrilla y las toallas y los cubos y palas de los niños aquel verano en Benidorm, y el pobre no podía con nada más pero estaba tan feliz... Tengo que meterle prisa, necesito ya las nueces, tengo que pasarlas por el mortero, picarlas pero no deshacerlas, para añadirlas a la crema de leche. Emplataré el solomillo, así no pierdo tiempo, luego sólo tengo que ponerle la salsa de nueces por encima, y además ya vamos a cenar. ¡Aurelio, ve poniendo la mesa! La ensalada de pasta es un invento de mi Paloma, desde que estuvo en Londres es más moderna, y me da recetas nuevas, me las va apuntando en la libreta, esa libreta que ya tiene casi tantos años como yo, con sus hojas amarillentas y toda una vida reflejada en sus líneas. Hoy le he puesto un poco de eneldo y una reducción de vinagre de manzana con unas gotas de salsa picante, que dice Paloma que le da un toque exótico... Tengo que poner las kokotxas en la cazuela, esas se hacen en un minuto, y no se pueden dejar enfriar... El vino está frío ya; un blanco para las kokotxas, creo que es un Ribeiro; el Mauro para el solomillo, a Aurelio siempre le gustó el tinto, yo prefiero el blanco. ¡Aurelio, a cenar! ¿Quieres llevar tú las kokotxas? Ten cuidado, que acabo de quitarlas del fuego, no te quemes. ¿Huele bien? Bueno, ya sabes que siempre me gustó cocinar. La salsa es una receta nueva, la encontré en una de esas revistas de la peluquería mientras me teñía. A ver si te gusta. Y de postre he hecho leche frita, como la que hacía tu madre, Aurelio, en porciones pequeñas que caben en la boca de una vez. No, no me pongas más vino, ya sabes que se me sube muy pronto y me da por reír. Nada, no celebramos nada, Aurelio, no es fiesta, ni es nuestro aniversario, sólo quería decirte lo mucho que te quiero antes de... bueno, ya sabes, antes de que se me olvide hasta quien soy y qué hago aquí, antes de que se me olvide cómo prepararte el solomillo, antes de que mi vida y mis recuerdos se vayan consumiendo... a fuego lento.

martes, 14 de febrero de 2006

Qué bonito es el amor...


14 de febrero, día de los enamorados... qué bonito, qué ideal, cuánto amor por el mundo. El resto del año matamos a las mujeres a palizas, las quemamos vivas, las atropellamos, las humillamos y las maltratamos, pero hoy les regalamos flores y bombones, las sacamos a cenar y les decimos que las queremos.

Feliz Día del Corte Inglés a todos.

viernes, 3 de febrero de 2006

¿Quién da la vez?


El otro día venía en el periódico (Diario de León del día 23 de enero) que en León el número de paradAs con carrera universitaria es tres veces superior al de paradOs. Que las oficinas del INEM se llenan todos los meses de pobres licenciadas en busca de trabajo, que los jóvenes acaban emigrando a otras localidades ante la escasa oferta de empleo con que contamos en este pozo en mitad del Camino de Santiago, que las mujeres son cada vez más numerosas en los estudios universitarios pero sin embargo son las más perjudicadas a la hora de encontrar primer empleo (y quien dice primero, dice segundo, tercero e incluso cuarto), y que según la franja de edad, las mujeres demandan un tipo u otro de trabajo. Verbigracia: entre 18 y 25 solicitan puestos de camareras, dependientas y azafatas; de 25 a 30, se olvidan de lo de ser camareras y azafatas y se conforman con ser dependientas; a partir de los 30 se ofrecen como limpiadoras... "o lo que salga". Qué triste, no? ¿Soy la única a la que este panorama le parece vergonzoso? ¿De qué nos sirve contar con un número tan alto de licenciad@s? ¿Si tenemos a los cerebritos trabajando de barrenderos, policías nacionales y, en el mejor de los casos, como secretari@s, quién está ocupando los puestos que nos corresponden?

Y una no puede dejar de sentirse afortunada cuando, por azar, responden a uno de sus miles de envíos con un CV a todo color, vistoso pero discreto, para ofrecerle trabajo. Un trabajo de mierda, por otra parte, pero trabajo al fin y al cabo. Ni contrato (no, no tengo contrato), ni sueldo digno (mejor no comentarlo), ni Seguridad Social, pero eso sí, es un trabajo. A ver quién me cree cuando diga que mi primer empleo fue como traductora (cosa que no deberían dudar, puesto que soy Licenciada en Traducción e Interpretación, hablo tres idiomas, tengo conocimientos de informática y don de gentes) de un libro que no conocerá nadie. Nótese que Licenciada está escrito con mayúscula, así, bien grande: LICENCIADA. ¿Por qué? Porque me da la gana, porque mi trabajo me costó llegar a serlo como para ahora no presumir de ello. Y porque lo soy. Hace unos años, cuando alguien decía que era licenciado... Otiáaa! Mecá! Fíjateee! Licenciado! O ingeniero. "Uy, el hijo de la Mary, que es ingeniero!" "¿Sí? ¿Ingeniero? Uy, madre, que chico más listo" "Cuidado, dejad paso al Ingeniero" (también con mayúsculas). Y el pobre ingeniero no se comía ni los mocos y acababa cosechando alfalfa con su padre, pero era Ingeniero! Y se lo rifaban los domingos al salir de misa, para invitar al Ingeniero a un vermú con aceitunas, porque codearse con el Ingeniero era palabra de Dios; "Lo ha dicho el Ingeniero" "Ah, vale, siendo asi...". Y ahora, cuando alguien te pregunta tú respondes "Soy traductora e intérprete" y la primera pregunta es "Ah, pero ¿eres actriz? Yo creí que hablabas idiomas"... Y te dan ganas de empezar a acordarte de la madre de quien te pregunta, pero sonríes, y dices que si, que hablas tres idiomas, que no tiene nada que ver con el teatro, que esa es otra interpretación (la que estás haciendo tú en ese preciso momento, que si te vieran los de la academia de cine de Hollywood te daban el Oscar a mejor interpretación y mejor guión original y/o adaptado sin dudarlo). Siguiente pregunta: "Ah, bueno, entonces te lloverán las ofertas para trabajar!" Y tú piensas "Claro, por eso estoy aqui hablando contigo, porque tengo un montón de ofertas encima de la mesa y estoy estudiando cual me convence, porque una lo vale y no se va a ir a cualquier sitio, no te j***". Pero sigues sonriendo, cada vez más incómoda, y respondes que bueno, que el mercado está mal para todos, que no es fácil, que estás buscando.... "Nada, nada, eso es que estás muy contenta en tu casita, con tu madre que te hace la comida todos los días y por eso no te quieres ir. Mucho vicio es lo que tenéis los jóvenes hoy en día, que en mis tiempos nos íbamos a trabajar a las eras 14 horas a pleno sol y no se nos ocurría protestar". Y ahí es cuando se te empieza a inflamar la yugular, la notas latir en el cuello, notas cómo la sangre se te va agolpando por momentos y crees que vas a soltar un chillido en plan comando, pero te muerdes la lengua, cuentas hasta 10 y con la misma sonrisa que se ha instalado en tu boca y parece no querer irse (y menos mal!) dices que bueno, que si, que en casa se está muy bien. Y es cuando se te pasa por la cabeza a la velocidad de la luz un día normal en tu casa: levantarse a las 9, desayuno, ducha, recoger las tazas del desayuno, ver si falta algo en casa, bajar a por el pan, ir a súper, hacer la compra, volver cargada de bolsas para darte cuenta de que te has olvidado de la botella de mistol justo cuando estás abriendo la puerta de casa, dejar las bolsas, volver corriendo a por el mistol, y de paso algo de fruta, poner la comida, poner la lavadora, limpiar el polvo en el salón que está indecente (de dónde sale tanta mierda?), limpiar los baños, ver si hay ropa para planchar (siempre la hay), vigilar que no se torre la comida... y entre pasada de estropajo y peladura de cebolla, intentar traducir un texto sobre criogenización y tratar de que tenga algún sentido, preparar las oposiciones, hacer las prácticas del CAP y tener todo listo para las 3, hora de comer, café y sobremesa, fregar los platos, barrer el suelo de la cocina (mañana sin pan, que me lo llenáis todo de migas). 10 minutos de reposo (el tiempo justo para que la crema hidratante haga algo de efecto y no me salgan escamas en las manos) y de vuelta a mi texto sobre criogenización, tres horas después ponte el chándal (moníiiisima) y vete a sudar un rato al gimnasio (media hora de cinta, 10 minutos de bici, 10 de step y 20 de máquinas), regreso a casa, una ducha, una cenita ligera, vistete de persona y sal a tomar un café y a jugar un parchís por aquello de tener (algo de) vida social, llega a casa a las 11 y ponte otra vez a traducir (que tienes de plazo hasta el 15 de febrero y tienes que acabar, que lo único que te falta es que no te de tiempo y no te paguen) (bueno, no tienes contrato, no te van a pagar de todas formas) (ya, pero tienes que acabar, que es el primer empleo, hay que quedar bien) (pero si te va a dar igual, si nadie se va a acordar de tí en cuanto lo entregues todo) (bueno, pero yo me quedo más tranquila si lo hago). A las 2 decides que ya está bien, que ya es hora, que te vas a la cama. Y a la mañana siguiente... vuelta a empezar. "Pues sí, señora, efectivamente en casita se está muy bien con mi madre haciéndome todo y yo viviendo del cuento y con muchos vicios, tiene usted toda la razón, si es que estoy muy mal acostumbrada." Y casi te dan ganas de añadir "y me voy a ir yendo, porque dentro de media hora mi madre me rasca la espalda y me da un masaje en los pies" pero te disculpas diciendo que tienes prisa, que ha sido un placer, que recuerdos a la familia, y ella te responde que "a ver si nos vemos otro día con más tiempo, dale recuerdos a tu madre... ¡y échale una mano en casa, mujer!".

Te vas alejando del lugar de los hechos mientras piensas que eres una super-mujer. No por todo lo que haces a lo largo del día (al fin y al cabo es nuestro destino mientras vosotros, hombres de poca fé y menos maña, no pongáis algo de vuestra parte), sino porque has conseguido no mandar a la paisana a la mierda y no perder la sonrisa, incluso puede que llegue a casa y le diga a su marido que "qué educada es la chica de los del 5º, Mariano, no veas qué educada, y qué formal!".

Resumiendo, que la máxima de "el que no trabaja es porque no quiere" se la podían meter algunos por donde les quepa, que ganas tenemos, e ilusión, de momento, también; pero si nadie nos da la oportunidad de demostrarlo no nos sirve de nada. Por cierto, voy a ver si no se me han quemado las patatas con carne, que parece que me huele, y de paso a traducir un poco, que esta vida tan reposada está haciendo estragos en mi ánimo.