martes, 30 de mayo de 2006


Las sábanas se le pegaban al cuerpo; había sido una noche muy calurosa. Abrió los ojos y luchó contra la claridad que se colaba por las rendijas de la persiana. ¿Qué hora sería? Buscó a tientas el despertador; las agujas marcaban las 6:53. Aún tenía media hora. Se dió media vuelta y se deshizo de la sábana. En aquel lado de la cama aún se notaba fresco. Acurrucó la cabeza en la almohada y cerró los ojos. A su mente acudió el recuerdo de una noche donde se mezclaban olores y sabores de amargo regusto. Las malditas sábanas rezumaban sudor y todo su cuerpo parecía preso de un recubrimiento acuoso y salado. La cabeza le daba vueltas. Volvió a abrir los ojos; el despertador marcaba las 6:59. Se incorporó. Observó la foto que colgaba de la pared y sonrió. De su derecha llegaba el sonido de una respiración lenta y profunda. Se preguntó qué hacía aún allí y le clavó la mirada en la nuca. Decidió levantarse. Antes de ir a la ducha pasó por la cocina; abrió el grifo y dejó correr el agua, necesitaba aclarar un poco la garganta y de paso las ideas. De la habitación llegó un gemido y sonrió sin saber muy bien porqué. Ya en el baño, mientras la ducha escupía su lluvia sanadora se miró en el espejo. Ya no era joven, pero su cuerpo aún resultaba apetecible; y los pliegues que adornaban su cara le conferían un aire de madurez prematura. La vida a veces jugaba malas pasadas y cada una de ellas estaba marcada en su rostro, unas alrededor de los ojos, otras en la comisura de los labios, las menos en la frente... Descubrió una cana. Dos. Tres. Mejor no sigo buscando, se dijo. Bajo la ducha dejó que el agua arrastrara sudor, lágrimas y penas. Con la mente en blanco apoyó las manos en la pared y miró el desagüe. Le pareció ver que por él se colaban agua, miedos y parte de su vida; creyó intuir entre el caudal las palabras que le habían faltado la noche anterior y un acto reflejo le obligó a inclinarse para recogerlas. Si pudiera volver atrás unas horas... si pudiera volver atrás... La toalla se ciñó a su cuerpo casi como por arte de magia; se dió cuenta de que volvía a actuar de forma mecánica. Volvió a la habitación, se sentó al borde de la cama y se dejó caer sobre el bulto que había a su lado. Olía a noche, a boca seca, a "déjame dormir un rato más", olía a "¿qué hora es?".

- Buenos días- le dijo.
Un gruñido fue la única respuesta. Luego se acomodó bajo la sábana y colocó la almohada sobre su cabeza.

-Demasiada luz, ¿verdad?
Otro gruñido.

Se acercó al armario y se dedidió por unos pantalones negros de pinzas y una camiseta roja. Luego subió la persiana, retiró la sábana que cubría al bulto de la cama, se quedó en pie con los brazos cruzados frente a la cama y sin mirar a ningún punto más que el infinito dijo "Se acabó".
Los 78 kilos que ocupaban su cama se giraron y sus ojos se encontraron. "¿Se acabó?" En su cara el reflejo de la incredulidad iba mutando en desconsuelo.

- Se acabó- repitió. - No lo soporto más. Se acabó. No, no protestes; mañana mismo nos volvemos a casa.

lunes, 29 de mayo de 2006


Ahora resulta que me llueven los trabajos. Ya me decían que cuando te llaman de un sitio, al dia siguiente tienes otras 14 ofertas de trabajo, pero no me lo quería creer. Y ahora no me ha quedado más remedio que creermelo.
Aún no acabo con el libro y me dan la beca de la FUNGE para trabajar, y en cuanto me la dan y empiezo me llaman de la Escuela de Turismo de León para dar clases de inglés el próximo curso. ¿Alguien me ve a mi de profesora universitaria enfrentándome a una clase de 35 fieras de 18 añitos, niños de papá, enseñando inglés? Pues ya podéis empezar a verme así y a tratarme de usted, que esto es un grado. No todo el mundo llega a profesor universitario, y aquí una servidora, sin comerlo ni beberlo, se ve de pronto formando parte de ese cuerpo al que durante 7 años me he dedicado a despellejar y criticar; a ese cuerpo al que he aburrido con tutorías inservibles para hacer la pelota y así ganar el favor; ese cuerpo cuyos antepasados difuntos deben estar aún revolviéndose en sus tumbas de todo cuanto me acordé de ellos tras consultar listas de calificaciones; ese cuerpo del que solemos decir que viven como dios... Pues ahora yo soy de esa élite, así que ojito con acordarse de mi madre si no es para bien!

Aún no sé si seré capaz de domesticar a los niños bien de León, pero por intentarlo que no quede. Por cierto, se admiten sugerencias para salir viva de ahí.

viernes, 26 de mayo de 2006

Mulder y Scully

Desde que curro en Soria y tengo un compañero de despacho que haría las delicias de miles de niñas, no tengo tiempo para aburrirme. Y es que nos dedicamos, entre otras cosas claro, a desayunar durante una hora, a meternos puñaladas el uno al otro y sobre todo a reirnos mucho. La última fue por las fotos de más abajo; quien tenga ojos para ver... que no diga ná.


No me digáis que no me doy un aire a la Scully... Claro, que lo mejor fue verme como cheerleader, desde luego, me sienta bien la ropa deportiva, creo que definitivamente voy a renovar mi fondo de armario.

martes, 2 de mayo de 2006

Curro y Manuela



Por si alguien aún no lo sabe, soy traductora. Dudo mucho que a estas alturas quede alguien sin saberlo, pero por si acaso os refresco la memoria: SOY TRADUCTORA. Y desde noviembre traduzco un libro titulado "The Scientific Conquest of Death", a vr si acabamos de una vez y podéis correr a comprarlo para darme algo de beneficio, porque si no... me parece a mi que no voy a sacar ni para pipas, pero bueno, ese es otro cantar.

Resulta que traduzco, inocente de mi, algo que por suerte o por desgracia no está demasiado implantado en el mercado hispanoparlante: la criónica. O sea, el arte de congelar cuerpos para resucitarlos (reanimarlos en realidad) cuando la ciencia y la tecnología encuentren la cura para el mal de que murieron. Y lejos de lo que pudiera parecer, no es tan fácil. No lo es porque hay infinidad de términos y matices que no acaban de cuadrar y a los que hay que dar miles de vueltas hasta encajarlos en su sitio. Pero claro, si partimos de la base de que esos cuerpos no se congelan sino que se "criopreservan", ya nos podemos hacer a la idea de lo simple que es el tema.

Por eso no dejó de hacerme gracia lo que ví hace unos días en el telediario (o igual no era en el telediario, no se); resulta que un pobre hombre tenía varios perros que recoge de la calle y cuida y alimenta. Y resulta que los vecinos no debían estar demasiado contentos con esto, porque de pronto un día aparecieron muertos dos de sus perritos; Curro y Manuela. Y con esto, el buen hombre se dedide a meterlos en sendas bolsas de plástico y al congelador; sí, al congelador, como quien mete un hueso de ternera y un trozo de morcillo para el cocido. Y todo con la esperanza de que cuando prospere el juicio puedan sacar muestras de sangre de sus perros para demostrar que fueron envenenados.

Qué listo el buen hombre, que entendió que la forma de conservarlos era congelarlos (lo que
venimos llamando "sapiencia popular"). Y yo, que me vuelvo loca con el libro de los congelaos (o sea, el de la criónica) voy a tener que ir a entrevistarme con este señor para que me cuente los secretos.

En fin, que voy a seguir con los crionizaos, a ver si solo de pensar en el frio que tiene que hacer en esas cápsulas me refresco, que este calor no puede ser bueno para nada. Por cierto, que no me entere yo de que no compráis el libro en español, que como no se vendan como mínimo un millón de ejemplares puede correr la sangre por aquí...!