Cuidad de Duero y Lobos, de Lagunas y Cañones, de Pinares y pedregales.
Ciudad de letras y letrada, de Gerardo Diego, de Unamuno, de Ortega y Gasset, de Valle Inclán.
Ciudad de cuento, con encanto y encantada, de iglesias y misales, de tradiciones y también olvidada. De vías abandonadas que no conducen sino a la nada, de carreteras secundarias y castillos de arena.
Ciudad de románico, de medievo, de toros y caballos, de monte Valonsadero, de bota de vino, de teatro de calle y abuelillos al sol, de petanca, de via crucis, de tardes de Dehesa y noches de cielo estrellado.
De Saturios y Prudencios, Juanes y Nicolases, de vírgenes y santos varios.
De pregones, de Saca, de Toros y Agés, de Calderas y Bailas, de Compra y Lavalenguas, de Catapán y jueves Lardero, desencajonamientos y banda municipal, monólogos y capoeiras, tunos de instituto, viernes santo con bula papal y domingo de ramos en burriquita. De Camaretas, maratones y volley, de Cacho y Antón, de romanos y celtíberos, de tormenta y chaparrón.
Ciudad de marichalares y futbol de primera, de feria de abril con frio en el Calaverón, de castillos y montes de ánimas, de folk y rock'n roll, de Calle Real, de pajaritos, de Soriaya, de mejillones de secano y playa fluvial.
Cuidad de paseos al sol, de tardes de Herradores, de cafés señoriales, de ermitas solitarias, Castellana en masculino y Serrano emulando capital.
Ciudad donde ocurren cosas... y nada parece pasar.
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