martes, 1 de mayo de 2007

1 de mayo

Hoy es 1 de mayo, día del trabajo, o del trabajador, o como dice el chiste del periódico de hoy, el día del trabajo (a destajo, para poder pagar lo que debemos al banco). Y mientras los de cece-oo, como diría aquel del telediario, recorren con pancartas la Gran Vía, nos enteramos de que tenemos una nueva infanta, que se va a llamar Sofía, como la abuela materna... Me abstendré esta vez de dedecarle el post a la nueva criatura, porque esta vez seguro que no me iba a comportar con tanta educación y cortesía como con su hermana mayor.

Y yo sigo con el periódico de hoy, que me informa de que en León somos pioneros en un proyecto de vigilancia aérea sin piloto, o sea, que tenemos 3 aviones de papel sobrevolándonos para controlar que no hay situaciones de emergencia, catástrofes o incendios.

Y siguen subiendo los tipos de interés y las hipotecas, y mientras tanto el presidente del Banco Mundial se pasea con los calcetines rotos y se pone para la foto sin ningún pudor. Y resulta que sólo el año pasado, casi 2000 jóvenes abandonaron la provincia de León en busca de una oportunidad laboral que, dicho sea de paso, en León no abundan.


Así que no deja de venirme a la cabeza un titular que leí en el mismo periódico hace unos días. Rezaba algo así como "Los jóvenes conjugan el verbo marchar de León".

Marchar, y no marcharse. Marchar, como Napoleón y Aníbal marcharon con todo su ejército; marchar, como los militares marchan en sus desfiles con cierto orden y compás.


Marchar, ir en su forma reflexiva.

Marchar, andar, funcionar, referido a una máquina.

Marchar... que en una de sus formas coloquiales equivale a sobrellevar una situación más o menos prolongada; o perder en un enfrentamiento.


No sé por qué me da que los jóvenes de León lo que hacemos es aplicarnos la tercera acepción: sobrellevar una situación prolongada y sin intención de cambiar, ni siquiera para peor; y perdemos tiempo y esperanzas al enfrentarnos a la triste realidad: no podemos quedarnos. Porque en León no decimos "me marcho" sino "marcho". Y nos vamos, marchamos.

Marchamos porque no hay nada que hacer aquí; marchamos porque es la única forma de rebeldía posible; marchamos porque queremos trabajar, queremos crecer.

Marchamos, liegeros de equipaje, en busca de El Dorado, sin echar la vista atrás y con la mirada perdida entre el miedo a lo nuevo, a lo desconocido, y la ilusión de que es posible lograrlo.

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