martes, 2 de mayo de 2006

Curro y Manuela



Por si alguien aún no lo sabe, soy traductora. Dudo mucho que a estas alturas quede alguien sin saberlo, pero por si acaso os refresco la memoria: SOY TRADUCTORA. Y desde noviembre traduzco un libro titulado "The Scientific Conquest of Death", a vr si acabamos de una vez y podéis correr a comprarlo para darme algo de beneficio, porque si no... me parece a mi que no voy a sacar ni para pipas, pero bueno, ese es otro cantar.

Resulta que traduzco, inocente de mi, algo que por suerte o por desgracia no está demasiado implantado en el mercado hispanoparlante: la criónica. O sea, el arte de congelar cuerpos para resucitarlos (reanimarlos en realidad) cuando la ciencia y la tecnología encuentren la cura para el mal de que murieron. Y lejos de lo que pudiera parecer, no es tan fácil. No lo es porque hay infinidad de términos y matices que no acaban de cuadrar y a los que hay que dar miles de vueltas hasta encajarlos en su sitio. Pero claro, si partimos de la base de que esos cuerpos no se congelan sino que se "criopreservan", ya nos podemos hacer a la idea de lo simple que es el tema.

Por eso no dejó de hacerme gracia lo que ví hace unos días en el telediario (o igual no era en el telediario, no se); resulta que un pobre hombre tenía varios perros que recoge de la calle y cuida y alimenta. Y resulta que los vecinos no debían estar demasiado contentos con esto, porque de pronto un día aparecieron muertos dos de sus perritos; Curro y Manuela. Y con esto, el buen hombre se dedide a meterlos en sendas bolsas de plástico y al congelador; sí, al congelador, como quien mete un hueso de ternera y un trozo de morcillo para el cocido. Y todo con la esperanza de que cuando prospere el juicio puedan sacar muestras de sangre de sus perros para demostrar que fueron envenenados.

Qué listo el buen hombre, que entendió que la forma de conservarlos era congelarlos (lo que
venimos llamando "sapiencia popular"). Y yo, que me vuelvo loca con el libro de los congelaos (o sea, el de la criónica) voy a tener que ir a entrevistarme con este señor para que me cuente los secretos.

En fin, que voy a seguir con los crionizaos, a ver si solo de pensar en el frio que tiene que hacer en esas cápsulas me refresco, que este calor no puede ser bueno para nada. Por cierto, que no me entere yo de que no compráis el libro en español, que como no se vendan como mínimo un millón de ejemplares puede correr la sangre por aquí...!

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