martes, 21 de agosto de 2007

Los cuentos que yo cuento acaban fatal

Esta misma mañana me han propuesto un reto. Un amigo me ha retado a participar en un concurso literario cuyo premio asciende a la bonita y apetecible cantidad de 100.000 euros, así tan redonditos. Hasta ahí todo sería estupendo si no fuera porque el plazo finaliza el 15 de octubre, tiene que tener mínimo 40 folios y ha de ser un cuento infantil.

Mi amigo me ha dicho que para que no me agobie con el tema del plazo de entrega y ese pedazo de premio, lo que tengo que hacer es no pensar en ello, sino pensar que voy a escribir un cuento que pueda leer algún dia a mis hijos. Y yo, que aún no me había planteado si se me ha despertado ya el instinto maternal o aún le quedan un par de horas de sueño, me he visto de repente como en una película a cámara lenta, cambiando pañales y dando biberones.

Voy a apartar al menos de momento esa imagen de mi cabeza, pero que quede constancia de que me voy a poner a escribir cuentos hasta que salga uno medianamente decente y que merezca esos 100.000.
Sergio, acepto el reto y subo la apuesta: nos jugamos también una cena? Que sea en un libanés, y ya puestos a soñar, que el libanés sea de verdad y de paso hacemos turismo. Que se prepare la Rowling esa del Harry Potter porque ahí voy.

Por cierto, si por un casual resultara agraciada con esa propinilla, todos los que me llamen para felicitarme estarán invitados a una cervecita... pero tendrá que esperar a que me gaste parte del premio en un viaje; y el destino está claro: Tenerife.
Prometo colgar por aqui el primer capítulo; para leerlo entero ¡a comprar libros todos!

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